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De la Revolución Cultural a la Revolución Desatada. Tal es el contenido de este volumen de nuestra serie. Dos Iglesias se enfrentarán en su transcurso: la fiel a Roma y la cismática. La caída de la monarquía constituirá un momento capital. Las fascinantes figuras de los grandes revolucionarios, Marat, Danton, Robespierre, Babeuf, y varios más, se nos mostrarán conduciendo el carro de la Revolución. La hemorragia del pueblo católico no tendrá límites. Se trató nada menos que de la implantación de una nueva religión que vendría a sustituir la verdadera, con la consiguiente laicización y ulterior nueva sacralización revolucionaria de los recintos, fiestas y símbolos sagrados. Constituyó, de hecho, uno de los grandes eslabones de la Revolución anticristiana. La Revolución francesa, que tuvo pretensiones ecuménicas, dejó una pesada herencia histórica. Uno de sus vástagos predilectos fue la revolución soviética. Pero también llegó hasta nosotros, impregnando el pensamiento de algunos de nuestros llamados “próceres”, en oposición a la tradición greco-latina e hispánica que nos había gestado.
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¿Cuál es el origen del Islam? ¿Mahoma? ¿O debemos remontarnos a Ismael, hijo de Abraham y Agar? ¿Es un pueblo bíblico o una herejía cristológica? ¿Es un puente entre el paganismo y el cristianismo, que introdujo el racionalismo griego en Europa o, por el contrario, la reacción de las culturas mágicas de Oriente contra el racionalismo grecorromano? ¿Prevalece su raíz ebionita, judeocristiana y gnóstica, en busca de un milenarismo terrestre, y es por lo tanto una religión exterior, una ideología de poder, o posee un fuerte contenido espiritual y místico? ¿Constituye una amenaza contra el Occidente Cristiano o es el último refugio de una cultura tradicional contra el materialismo occidental, sede de la cultura de la muerte? El P. Sáenz responde a este apasionante cuestionario en cinco apretados capítulos.
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En la catolización de Europa influyó también la añoranza del Imperio, el ideal imperial e imperialista de la unidad de las gentes y sus sangres bajo una ley, un Dios y un Jefe, pero manteniendo lo que denominamos culturas o identidadespopulares. De allí esa compleja armonía de personalidades nacionales que constituyeron Europa y cuyos residuos recibimos a través de España. Entre las tantas críticas que ha de recibir, nadie, espero, podrá achacarle triunfalismo a nuestro autor.Su esfuerzo abarcará varios tomos de extensión accesible y redactados con la inteligencia esclarecida, el estilo sencillo y la voluntad divulgadora que es una voluntad cordial al servicio sobre todo del prójimo juvenil televidente y telepastoreado, completamente ajeno por lo general a este enfoque realista y católico.